Contribuir a rescatar y crear sensibilidad hacia la tradición musical de la Iglesia católica, que –en términos del Concilio Vaticano II– constituye un invaluable tesoro, que sobresale entre las demás expresiones artísticas, (Constitución Sacrosanctun Concilium).
Como una fuente de consuelo y esperanza, surge la iniciativa de estar vigilantes a la segunda venida del Señor, en un mundo de creciente apostasía, crisis mundial, en estos tiempos difíciles, indican integrantes del coro Harpa Dei, en conferencia virtual a través de la plataforma Zoom.
Con el acompañamiento de instrumentos de varios países y 12 sacerdotes, piden en el cántico “El espíritu y la Novia, dicen Ven”, el pronto retorno del Rey del cielo y de la tierra, precisan.
Un canto en latín, español, inglés, ruso, francés, chino, swahili, con la guía de sacerdotes como el padre Carlos Sphan fundador y superior de la Familia Religiosa del Inmaculado Corazón de María y la Divina Misericordia (Fricydim) en Argentina; el padre ruso Dimitri Ushakov; el padre Alban Marie de Francia, el padre Joseph Yang de China y el africano Arone Janes Mmbaga, entre otros.
Es importante, anunciar la muerte y proclamar la resurrección del Señor, para despertar la conciencia en los fieles de que la humanidad se aproxima cada día más al retorno de Nuestro Señor Jesucristo.
Desde hace algunas décadas atrás, surgió este cántico, en un momento de oración con la idea de alternar el sencillo verso “El Espíritu y la Novia, de acuerdo a lo que dice el Apocalipsis 22, 17 “El Espiritu Santo y la esposa del Cordero dicen: ¡Ven!, y el que escuche diga: ¡Ven!, y el que tenga sed y quiera, venga y tome agua de la vida sin que le cueste nada”, como una respuesta significativa y afirmativa del Señor glorificado, que esperamos la respuesta a nuestro llamado.
Harpa Dei
De origen alemán los hermanos Nikolai, Lucía, Marie-Elisée y Mirjana Gerstner crecieron en Ecuador, país en el que desde 2011 sintieron el llamado a evangelizar por medio de la música sacra, en el marco de la iniciativa por la paz mundial. De ahí que procuran seleccionar los cantos de varias tradiciones para glorificar a Dios y transmitir la belleza del Señor que eminentemente reluce en este género musical; misión que los ha llevado a México, Israel, Alemania, Rusia, Ecuador, Lituania, Estados Unidos y varios países más.
Maranatha en la Biblia
Del arameo: מרנאתא; en koiné: Μαρανα θα, marana tha, o Μαραν αθα, maran atha) corresponde a la transcripción griega de una expresión de origen arameo, compuesta por dos términos, que significa «El Señor viene».
Pablo la utilizó al final de su Primera epístola en corintios 16:22, al parecer en arameo, aun cuando la epístola fue escrita en griego, el término ya tenía cierto crédito o circulación entre los creyentes como una expresión de esperanza de la Segunda Venida de Cristo, en la mayor parte de las versiones de la Biblia, como en los casos la Biblia de Jerusalén, Biblia Nácar-Colunga, RV 1909 o la versión inglesa KJ, aparece impresa la palabra “Maranatha”:
“El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. Maranatha.” (Primera Corintios 16:22, RV1909)"
“Si alguno no ama al Señor, sea anatema. Maran atha..” (Primera epístola a los corintios 16:22, Nácar-Colunga)"
“El que no quiera al Señor, ¡sea anatema! «Maran atha.» ” (Primera epístola a los corintios 16:22, Biblia de Jerusalén 1976)"
En versiones posteriores, la palabra aludida aparece traducida al español, de manera que en las versiones RV 1960 y 1995 aparece como “El Señor viene”.
“El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene.” (Primera epístola a los corintios 16:22, RV1960)".
Anatema
Del latín anathema, y este del griego ἀνάθεμα, «maldito, apartado») significa etimológicamente ofrenda, pero su uso principal equivale al de maldición, en el sentido de condena a ser apartado o separado, cortado como se amputa un miembro, de una comunidad de creyentes. Era una sentencia mediante la cual se expulsaba a un hereje del seno de la sociedad religiosa; era una pena aún más grave que la excomunión porque el individuo era desterrado y a su vez era maldecido. En el cristianismo, se trata de la máxima sanción impuesta a los pecadores; no solamente quedan excluidos de los sacramentos, sino que desde ese momento se les considera destinados a la condenación eterna.
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