La crisis de salud, social, espiritual, familiar y económica, provoca sufrimiento en la Iglesia, envestida por la tormenta a causa del virus de la división, odio, confusión, que amenaza e intenta hacer presa en la humanidad, en este complejo y difícil tiempo de adversidad, por la que atraviesa el mundo y que sólo la luz del Espíritu Santo podrá hacer audaces, innovadores, pioneros y capaces de emprender una evangelización más misionera que avance en el Reino de Dios.
Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas |
Cancún, Quintana Roo, a 2 de octubre de 2021.— El Espíritu Santo sopla en la Iglesia, actúa poderoso en laicos, misioneros preparados y organizados en nuevos apostolados e iniciativas, con ideas que buscan llevar el Evangelio a las fábricas, escuelas, empresas, familias y matrimonios, indicó Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas, en su mensaje dominical, en la Catedral Santísima Trinidad en Cancún.
Caminar juntos, apoyarse unos a otros, complementarse y lograr la armonía en el matrimonio feliz entre consagrados y laicos, que escuchan la inspiración del Espíritu que sopla en la Iglesia, precisó.
Son momentos, difíciles, complicados, complejos, de adversidad para todo el mundo, la Iglesia sufre la envestida de la tormenta, por la crisis en la salud, sociedad, espiritual, familiar y económica, además de lo que provoca el virus de la división, odio, confusión, que amenaza e intenta hacer presa en cada persona.
El virus de una espiritualidad toxica intenta contagiar el interior y exterior de la Iglesia, por lo que en tiempos inéditos es necesario recibir una infusión del Espíritu Santo, un nuevo Pentecostés, y al mismo tiempo empuñar las armas de Dios: la espada del espíritu, la coraza de la fe inquebrantable y el casco de la oración continua y permanente, y juntos caminar iluminados por la luz y la fuerza del espíritu hacia Jesús: fijos los ojos en aquél que comienza y culmina la fe, porque se levantaron fuertes vientos de espiritualidad toxica en la Iglesia.
Salir de sí mismos y de la iglesia
Es necesaria la luz del Espíritu Santo para reconocer que Pedro es la roca firme sobre la que se construye la Iglesia de Cristo, caminar a su lado, con su enseñanza de profesar la fe en Jesús, Hijo de Dios, Salvador del mundo. Cuya enseñanza que en ningún otro lado está la salvación, porque solo Él tiene palabras de vida eterna. Sentirse felices con Cristo en la transfiguración y no ver a nadie más que a Jesús “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. El fuego del Espíritu Santo enseña a no debatir sobre tópicos insustanciales, para evitar discusiones estériles, acaloradas controversias, dimes y diretes y centrarse en lo esencial: Cristo y su misión evangelizadora. La fuerza y la luz del Espíritu Santo ayuda a evitar supuestos videntes, profetas de desventuras y desastres apocalípticos que siembran miedo, confusión y angustia en las almas.
Solo el fuego del Espíritu Santo encausa toda la energía en la nueva evangelización misionera, y salir de sí mismos y de las iglesias. Su fuerza se suma a los esfuerzos y crea nuevas obras de caridad en este lastimado mundo por los traumas, rencores, miedos, complejos y depresiones. El fuego del Espíritu Santo deja a un lado los miedos, la comodidad y el conformismo que estancan y frenan ante los retos enormes de la misión.
Solo a la luz del Espíritu Santo se podrá hacer audaces, emprendedores, innovadores, pioneros y capaces de iniciar una evangelización más misionera y para que avance el Reino de Dios, en tiempos complejos, de adversidades de ahí que no es tiempo de lamentaciones o quedarse paralizados por el miedo, sino para sacar la casta de bautizados, aguerridos y luchadores que saben que el Reino de Dios padece violencia y que solo los valientes lo arrebatan, concluyó Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas.
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