DIÓCESIS DE CANCÚN-CHETUMAL
Mensaje dominical 27 de junio de 2021
Cancún, Quintana Roo. – 1).– Expulso a los demonios con su palabra y curo a todos los enfermos. Así se cumplió lo dicho por el profeta Isaías “Él hizo suya nuestras debilidades y cargo con nuestros dolores” (Mt. 8, 17). Cristo vino al mundo para curarnos de todas nuestras enfermedades, especialmente de la raíz de todas ellas que es el pecado. Desde que pecaron nuestros primeros padres, la naturaleza de todo ser humano quedó marcada con la fragilidad y la vulnerabilidad física, moral y espiritual. Jesus dedicó la mayor parte de su tiempo a expulsar demonios y curar todo tipo de enfermedades, no solo físicas sino también morales y espirituales. Hoy día nos encontramos en un mundo que ha progresado y avanzado asombrosamente en la ciencia médica, en las técnicas terapéuticas y en las cirugías de altísima tecnología. Pero al mismo tiempo nos sorprende el crecimiento lamentable de otro tipo de patologías como la depresión, la ansiedad, el estrés, los temores, los desamores, los traumas, las soledades, y los rencores que tanto enferman a la persona. Cristo es el médico de cuerpos y de almas, el sanador por antonomasia de todo tipo de enfermedades. No hay una sola enfermedad que no pueda sanar. Su misión específica consiste en liberar a los cautivos, perdonar a los prisioneros, curar a los enfermos y evangelizar a los pobres.
2).– No hay enfermedad física, ni moral, ni espiritual que Jesús no pueda sanar, pero requiere del enfermo, una actitud de fe sencilla pero contundente. Si no hay fe, no puede hacer nada. Si hay fe, todo lo puede sanar. Vemos en la mujer que padecía una hemorragia, que poseía una fe diferente a todos los demás que tocaban a Jesús. Vemos a una mujer tímida, humilde y modesta, pero valiente para acercarse y tocar el manto de Jesús y luego postrarse a sus pies y confesarle toda la verdad; por eso Jesús la curó y la tranquilizó diciendo: hija, tu fe te ha curado, vete en paz y quedas sana de tu enfermedad. La niña postrada en cama, tenía un padre llamado Jairo con una fe enorme y segura, estaba completamente seguro que, si Jesús imponía las manos a su hija, se curaría enseguida. Cada uno de nosotros tenemos nuestra enfermedad o nuestra patología que necesita urgentemente que Jesús nos grite ¡talitá, kum! Para levantarnos de nuestros traumas, depresiones o angustias y ponernos a andar con nuevo ánimo y fuerza. Solo necesita que tengamos fe. Sin fe no hay sanación.
3).– Cristo sana toda enfermedad, pero también nosotros podemos ser sanadores de las enfermedades de nuestros hermanos. ¿Cómo podemos curar a nuestros hermanos si no tenemos el poder de Jesucristo Nuestro Señor? Tal vez no vamos a curar milagrosamente, pero sí podemos cuidar a nuestros hermanos y eso es una curación. Cuando nos acercamos a ellos, los acompañamos, los escuchamos y tratamos de comprenderlos y sufrir con ellos, estamos sanando sus heridas. Cuando nos entregamos a ellos y ponemos al servicio nuestro amor, nuestros talentos, nuestro optimismo y energía y alegría, podemos infundir vida en nuestros hermanos. Todos podemos ser sanadores y con un poco de simpatía, curar un corazón herido, con un poco de atención y cuidado sanar una mente perturbada, con un poco de tiempo sanar la tristeza de una soledad. Con un poco de paciencia, devolverle la paz al alma. Todos tenemos heridas a veces escondidas, todos necesitamos sanar nuestras heridas, pero todos también podemos sufrir con los que sufren y ayudar a sanar las heridas de nuestros hermanos.
+ Monseñor Pedro Pablo Elizondo Cárdenas
Obispo de la Diócesis de Cancún-Chetumal
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