Ciudad de México.— Lo “políticamente correcto” no es otra cosa que la imposición de una determinada ideología o moral relativista a la sociedad bajo la amenaza de ser descalificado personalmente si no se acepta.
Así, el que está en contra de la adopción de niños por parejas homosexuales es “homofóbico”, el que está en contra del aborto es “machista y misógino”, el que defiende el matrimonio y la familia naturales es “conservador, intolerante o retrógrada”, etc.
El efecto de esta imposición ha sido en buena cuenta el que se paraliza y se amordaza al que piensa diferente, reduciendo la libertad de expresión y logrando la imposición de ideologías únicas que es políticamente incorrecto criticar.
Tenemos como una tarea concreta la de no caer en el juego de la dictadura de la ideología de género y, por el contrario, atreverse a cuestionarla, denunciarla e impugnarla con firmeza en los foros públicos, en los medios de comunicación y en las calles. Discrepar no es odiar.
Decía el P. Juan Claudio Sanahuja: “Rezar más, estudiar más, pensar más y actuar sin respetos humanos para romper el corset de lo políticamente correcto”.
Un gran ejemplo de “cuestionar la políticamente correcto” lo vivimos con el Frente Nacional por la Familia, el cual a partir del mes de mayo de 2016 aglutinó a más de mil instituciones de la sociedad civil organizada de todo México, para trabajar a favor del matrimonio y la familia naturales y como una enérgica respuesta al paquete de iniciativas del presidente Enrique Peña Nieto de modificar la Constitución y el Código Civil para reconocer la ideología de género y las uniones entre personas del mismo sexo.
Se organizaron 130 marchas, con 1 millón 274 mil participantes; hicieron presencia en los medios de comunicación social, en las redes sociales, en los Congresos, en las calles y en las plazas públicas. El gobierno tuvo que dar marcha atrás en sus pretensiones.
Frente Nacional por la Familia
Minuto de formación IG# 32
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