El gran misterio de la guerra cristera

El historiador francés Jean Meyer es uno de los principales conocedores de la guerra cristera (1926-1929), a la que consagró una obra ya clásica: La Cristiada, entrevistado por el padre Javier Olivera Ravasi, S.E. en su programa QNTLC (Que no te la cuenten) en torno a uno de los episodios más oscuros y debatidos del conflicto: los Arreglos que le pusieron fin, entregando a los combatientes católicos en manos de sus enemigos. 

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Bajo el estandarte de la Virgen de Guadalupe y el grito de guerra de Viva Cristo Rey, los católicos de hoy deben saber que hace apenas ocho décadas el pueblo de México libró una batalla a muerte, por conservar su libertad y su fe en una heroica epopeya que la historia no puede ni debe olvidar. 

El 14 de marzo de 1925 en la Ciudad de México se fundó una organización que pretendía unir todas las fuerzas católicas del país: la “Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa” (LNDLR). Su objetivo era sumar a los católicos de México en un frente único y sólido, para la defensa de la fe y de la Iglesia del gobierno. Integrada por Caballeros de Colón, Damas Católicas, Adoración Nocturna, Congregación Mariana de los Jóvenes, Federación Arquidiocesana del Trabajo, Confederación Nacional Católica del Trabajo y la Asociación Católica de la Juventud Mexicana (ACJM). 

Entre los personajes comprometidos con la Acción Católica estaban los jefes de la “liga” Rafael Ceniceros, Miguel Palomar y Vizcarra, José González Pacheco, Luis Segura Vilchis, Carlos Díez de Sollano, López de Lara, Manuel Legorreta, entre otros.

Los planteamientos básicos que buscaba la LNDLR era a).– unir a los católicos mexicanos a defender, religión y la Patria; b).– la Constitución de 1917 niega a los católicos el derecho a la libertad de asociación, enseñanza, expresión, creencias; c).– el gobierno revolucionario se excede en el control de la sociedad; d).– era una persecución injusta y tiránica en contra de la fe que los obligó a combatir. 

Durante 1925 y 1926, la LNDLR entabló un combate legal, no violento contra la arbitraria “Ley Calles”, mediante peticiones reiteradas escritas y enviadas al Congreso mexicano. Ignorada la solicitud de enmienda a la ley, inició la resistencia civil con el famoso boicot económico– social. Acción que proponía en todo el país, demostrar al gobierno la fuerza y el disgusto de la totalidad católica. Si todos los católicos cumplían el éxito era previsible, pues en ese entonces eran el 95 por ciento de la población del país.

A partir del 31 de julio de 1926 los católicos en México debían abstenerse de teatros, paseos y fiestas; sólo podían comprar lo estrictamente necesario y evitar al máximo el uso de todos los medios de comunicación. Una economía en bancarrota obligaría al gobierno a reformar las leyes dictadas contra la vida económica, política, social y doméstica de los católicos. En voz del obispo Pascual Díaz, el Episcopado Mexicano declaró que el boicot propuesto por la LNDLR era lícito.

Una lluvia de papeles blancos, rojos y verdes

El boicot proponía a los católicos no pagar impuestos y retirar sus ahorros de los bancos. Fue un éxito inmediato; a las dos semanas las ventas del comercio bajaron 75 por ciento, en la Ciudad de México se devolvieron 8 mil placas de automóviles. Cines, cafés y centros de diversión tuvieron que cerrar. En las primeras semanas se retiraron más 7 millones de pesos del Banco de México. Los católicos mexicanos demostraron que con disciplina y unidad eran una gran fuerza social.

El 4 de diciembre de 1926 ocurrió una de las acciones más sonadas de los “ligueros”, cuando lanzaron al aire de la Ciudad de México un mil globos aerostáticos (de fabricación casera), cargados con hojas de papel que tenían escritos mensajes como “apoya el boicot”, “defiende tu fe católica”, etc. Un espectáculo ver la lluvia de papeles blancos, rojos y verdes; en la calle la gente aplaudía, el tránsito se detenía. Ocho mil personas realizaron este acto de desobediencia civil y demostrar al gobierno la capacidad de unión de los ciudadanos, ni una sola fue apresada. En su manía de creerse dueño del país, el presidente Calles, ordenó arrestar a los “culpables de los globos”.

La LNDLR estaba organizada para funcionar de manera paramilitar: espionaje, acción directa, municiones, operaciones militares y finanzas. No obstante, sus grandes deficiencias fueron su pobreza financiera y su disparidad cultural con los cristeros, que eran muy buenos en el discurso pero incapaces de colaborar con organizaciones clave de la Cristiada como la Unión Popular, Brigadas Femeninas y muchos jefes cristeros. (Fuente: La Cristiada del historiador Jean Meyer).

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